"Los sabios heredarán honra, más los necios llevarán ignominia"

(Proverbios 3:35)

sábado, 2 de abril de 2016

La Promesa

La fría mañana del 2 de abril de 1982, el pueblo argentino amanecía con un júbilo inesperado. Después de más de ciento treinta años, una pequeña flota de comandos de la Armada Argentina, recuperaba la soberanía de las islas Malvinas. 

La noticia lo cubrió todo, televisión, radio, diarios, etc. Todos se miraban como hermanos, sin diferencia de raza, religión, equipo de fútbol, etc. Plaza de Mayo se vestía de fiesta, la gente se amontonaba, cantaba, gritaba, lloraban de felicidad y lucían como nunca el celeste y blanco de su bandera. Todos festejaban, todos… menos yo. ¿Por qué no festejaba?... ¿no estaba contento acaso? Claro que estaba contento, el pecho se me inflaba para lucir el celeste y blanco de mi escarapela. Pero acababa de leer el telegrama y el ejército había convocado mi clase… así que me tengo que preparar y partir a la guerra. No es nada fácil digerir una noticia así, menos a los diecinueve años, pero es el destino. Aunque lo más duro va a ser contárselo a mi familia.

La cena fue una alegría contagiosa, todos comentaban la hazaña de nuestros soldados en las islas. Obviamente nadie pensaba en las consecuencias que esto podía llegar a causar, pero mi misión en este momento era otra. Así que alcé mi vaso de vidrio y comencé a golpearlo suavemente con la cuchara, para llamar la atención de todos.

- Bueno familia, ya se que estamos de festejo y no quiero arruinarles el momento… yo se que no es nada fácil… pero es mi deber defender la patria… me convocaron para partir  a Malvinas.

Yo creo que si hubiese volado un mosquito a una cuadra de distancia se hubiera escuchado por el silencio que se generó. Todos petrificados, hechos estatuas, mirándome fijamente para ver si les estaba haciendo una broma. Cuando se dieron cuenta de que no, mi papá se levanto de su silla, se dirigió hacia mi y me aplastó con un abrazo, mientras por lo bajo se escuchaba el principio de su llanto. Lo siguió mi mamá y mi hermanito, por suerte el bebé no entendía nada.

- Hijo… no vayas… por favor – mi mamá como siempre intentando protegerme de todo.

- Tengo que ir mamá, ya esta decidido… no me causa ninguna gracia, pero jure lealtad a mi bandera y la tengo que defender.
- No digas locuras, hijo… ¡Ernesto, no te quedes callado!

- Déjalo Clara, Gustavo ya es grande y sabe lo que hace… por más que a mi me duela en el alma, me siento muy orgulloso de mi hijo.

- ¡¡No!!... ¡¡no vayas!!... por favor no vayas.

- Mamá, si no voy, ¿que ejemplo les voy a dar a mis hermanos?, ¿que van a pensar?, que su hermano mayor es un cobarde… que prefirió quedarse en la casa antes de ir  a defender a su patria, ¡no!… voy a ir, ya esta decidido.

- ¡¡Gus!!... ¿en serio vas a la guerra? – mi hermanito se lo tomaba como que iba con unos amigos a jugar a los soldados.

- Si campeón, tengo que ir… ¿Por qué?

- ¿Me prometes algo?

- Si, decime…

- Prométeme, que al menos vas a matar a tres soldados.

Me agache hasta alcanzar su altura y le susurré para que solamente él escuche.

- Te lo prometo.

Finalmente partí. No se si fue algo en especial, pero a último momento decidieron que no íbamos a ir a Malvinas, que nuestro regimiento iba a defender las Islas Georgias. Ya que se preveía que parte de la flota inglesa iba a comenzar su ataque en esas islas. 

Así que comenzamos a preparar las defensas y lo más complicado, que era adaptarse al clima. 

La tensión crecía, se sentía una expectativa que por momentos nos hacía sentir valientes y por momentos nos hacía temblar de miedo. Nadie sabía que pasaba ni lo que iba a pasar. Todos los altos mandos se callaban. No me sacaba de la cabeza a nadie, a mamá, a papá, a mis hermanos, a mis amigos, a mi novia, etc. Los sentía a todos tan cerca, que parecía que estaban al lado mío.

Y así pasaron los días, hasta que el 25 de abril, estábamos en nuestras posiciones cuando se escucha la vos de “ALERTA ROJA”. Todos nos preparamos para lo inevitable… íbamos a entrar en combate. Había llegado la hora de defender nuestra patria y nuestro punto de defensa era clave. Rezamos en silencio, recordábamos a todos nuestros seres queridos. Nuestras piernas temblaban y no era por el frío. Preparamos nuestras armas y aguardamos.

Por fin desembarcaron los comandos ingleses, nuestros corazones se paralizaron ante la inminente batalla, por defender nuestro suelo. El momento tan esperado había llegado, en un instante se tenía que resolver todo. Hasta que nos enteramos que no iba haber pelea

El comandante a cargo de la defensa de las Georgias se rindió sin disparar un solo tiro. Nos mirábamos todos, nadie entendía nada. Los ingleses comenzaron a desarmar a mis compañeros y a tomarlos como prisioneros de guerra. 
-     ¡¡¡NO!!!, maldito genocida cobarde… no me quites el derecho de defender a mi Patria. Juraste lealtad a la Bandera igual que todos nosotros, juraste protegerla hasta la muerte. ¿Con que cara miro a mi familia y les digo  que me rendí sin oponer resistencia?... no lo puedo creer… ¡¡No!!... ¡La Promesa!... tengo que cumplir con mi promesa…

Por reflejo, por impotencia y por bronca a la realidad que estábamos enfrentando,  alcé mi FAL, apunte a tres soldados ingleses que estaban conversando y les envié una pequeña lluvia de plomo en señal de bienvenida. En seguida sus compañeros comenzaron a dispararme a mí brindándome la despedida de este mundo. 
Mi cuerpo frío, cayo bañado en sangre hirviendo de furia… pero de todos modos cumplí con mi juramento a mi Bandera, la defendí hasta perder la vida… pero lo más importante es que cumplí con la promesa que le hice a mi hermanito.


FIN

Este pequeño y humilde escrito esta dedicado a los verdaderos HEROES, que lucharon heroicamente por defender nuestra Bandera en las Islas Malvinas.

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