"Los sabios heredarán honra, más los necios llevarán ignominia"

(Proverbios 3:35)

lunes, 24 de agosto de 2009

La victima

Transpiraba a manantiales a pesar del aire acondicionado. Llevaba un ramo de flores enorme, vestía elegante y se había perfumado a litros. Hizo un leve suspiro y entro a la habitación del hospital. En ella descansaba su amada, que hacía varios días que estaba internada y no podían encontrar el motivo de su malestar, y que a pesar de lucir un aspecto casi moribundo, aún conserva los rasgos de una hermosa mujer.
Al muchacho le temblaban las piernas viéndola así, y se anticipaba a los pronósticos médicos, pensando que no tendrían esperanzas de salvarla. Dejó el enorme ramo en el florero de vidrio que estaba en la mesita de luz y le coloco un poco de agua. Tomo la débil mano de la joven y la sentía áspera, casi sin vida, su pulso era apenas perceptible por el tacto de él… lamentablemente no era muy buena señal.
Con esfuerzo ella abrió sus ojos y lo vio sentado a su lado, intento apretarle su mano pero sus fuerzas se agotaban cada vez más, entonces le dedico una tierna sonrisa. Noto el ramo en el florero y una salada lágrima se desprendió de su ojo, y el otro ojo celoso no iba a ser menos, entonces también comenzó a lagrimear.
El la veía poco atractiva en ese aspecto demacrado, pero de todos modos le beso la frente, y le pareció que había besado una lapida.
- Hola preciosa
- Viniste a verme
- Claro, ¿como te voy a dejar sola?
- Te quería ver… antes de irme – suspendió el comentario por culpa de la tos.
- No te vas a ir a ningún lado… vos quédate tranquila.
Él le acomodo la almohada para mejorar su posición y le humedeció los labios, que absorbieron el agua como una esponja seca.
Ella cerró los ojos para descansar y él se quedo sentado en una silla al lado de la cama. Pasaron las horas y los dos se durmieron. Él se despertó sobresaltado y no noto signos de vida en su amada. Desesperado comenzó a llamar al doctor y a la enfermera.
De todos modos le tomo su muñeca para comprobar si había pulso, y por fin se convenció de lo inevitable… ella había muerto.
Los llantos no se hicieron esperar, él se aferro a la mano seca y áspera del cadáver y comenzó a humedecerla con lágrimas de culpa.
- Discúlpame… discúlpame… el veneno no era para vos… era para tu mamá.
Pero él no se había dado cuenta que el medico y la enfermera ya habían entrado a la habitación cuando se confeso ante la muerta.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Condenada Soledad

En una mañana soleada, suaves hilos de luz comienzan a asomarse y se filtran por la ventana de mi dormitorio. Un nuevo amanecer, y este era totalmente distinto... pero la diferencia no estaba en el clima, sino que estaba dentro mío, en mis sentimientos o en mi forma de pensar. Quizás no lo se... quizás no quisiera saberlo... quizás nunca lo sabré. Era una sensación que azotaba mis más escondidos temores. Pánico a esta rutinaria soledad que desgasta segundo a segundo a esta alma carente de comprensión. Y espanto a que la propia cobardía se apodere mí, para no permitirme combatir a los miedos que se acrecientan en mi consciencia.
Desde la ventana de mi habitación, veo como el otoño se apodera poco a poco de la calle. Y en cada hoja seca, que vuela hasta encontrarse con el pavimento, se encuentra una duda mía. Incertidumbres olvidadas, que se convierten en un duelo entre el conocimiento y la necedad... puede ser que nadie las oiga, pero mientras Dios las discierna, conformaría mi reposo. Tan solo son cuestiones que invaden al ser humano, como por ejemplo preguntarse: ¿si mañana seguiré luchando? O ¿ si la lucha de hoy valdrá la pena mañana? Quizás estas preguntas no tienen sentido para muchos, y otros tal vez nunca se la hicieron. Pero para mi comenzaron a tener importancia, desde que el abandono me persigue. Por el momento soy más rápido que él... pero no se cuando puedo llegar a tropezar y que este me alcance.
Como ya mencione anteriormente, es el nacimiento de un reciente día y una nueva vida empezaba para mí. Son otras las sensaciones las cuales debía afrontar, y me costaba mucho más enfrentarlas solo, como lo he hecho durante los últimos seis años de mi vida.
Era mi sola presencia la que descansaba en este aposento, que nunca supe si era chico o grande, como tan solo mi cuerpo ocupaba parte de su espacio, el resto del lugar parecía infinito. Pero hacía tan solo nueve meses, las cosas habían cambiado... éramos dos personas que habían unido su soledad hasta convertirla en una fusión inseparable. Dependíamos el uno del otro, enfrentábamos todos los peligros juntos. Por las noches con la fina y cristalina claridad de la luna, rezábamos por el bienestar de los dos. Entre los dos prometimos, que si algún día la malicia intentaba entrometerse y lograba separarnos, o si la sombra de la muerte acechaba muestra cálida protección... que el camino elegido por cada uno sea cargado de afecto y de sabiduría, para que ningún mal se apodere de nosotros.
Ahora me encuentro aquí, parado frente a la ventana... recordando a mi compañero de celda, que anoche había sido ejecutado. Ni las plegarias, ni las suplicas que tantas noches habíamos dictado al silencio sepulcral de nuestro pabellón, lo habían salvado de la inevitable pena de muerte.
Hoy vuelve a ser mía esta sucia e incomoda jaula, en la cual, hasta anoche, éramos dos los presos que pedían a Dios por el bien de ambos. Los que algún momento nos preguntamos: ¿si valía la pena la lucha de hoy el día de mañana?... pero el afectuoso y cálido recuerdo de nuestra familia, fue nuestra respuesta a esta curiosa pregunta.
Miro el revoloteo de las hojas, que van de un lado a otro, y envidio su libertad en una manera anhelada. Solo me queda contar los segundos en forma regresiva, para esperar a que se cumpla mi tiempo aquí dentro. Y una vez afuera vivir tranquilamente, libre de culpa, para no regresar a esta infernal lección y que la maldad no se me haga costumbre. Que quiera uno o no, por el simple hecho de visitar este lugar te convierte en alguien marginado... seas culpable o no.
Mientras tanto continuo sobreviviendo en esta jungla de cemento, que me convirtió en un ser más melancólico, que aquel que era antes de ingresar aquí.
Ahora me voy preparando, tal vez en un rato venga mi familia a visitarme, pero una vez que ellos se hayan ido... vuelvo a la compañía de mi condenada soledad.