"Los sabios heredarán honra, más los necios llevarán ignominia"

(Proverbios 3:35)

viernes, 30 de diciembre de 2016

La Extraña #2

- ¿Quien era? - Le pregunté, con el corazón martillandome percibiendo que algo malo estaba por suceder.

- Creo que debían estar haciendo una broma o esas estafas que suelen hacer por teléfono.

Mientras me hablaba sonaba creíble lo que me contaba, pero a la vez percibía que algo malo me ocultaba. Sus ojos brillaban con una intensidad que nunca había visto. Siempre se mostró tan segura y determinante en todo, y ahora parecía una lauchita blanca que está a punto de ser devorada por una serpiente. 

Colgó el teléfono, y me regaló una sonrisa para que olvidara el asunto. Cuando se me tendió y me rodeo con sus brazos, lo logró. Nos encontramos un beso, largo, pero ella extrañamente cerraba sus labios y me impedía que la bese con la lengua. Cuando finalizamos el beso, solo dijo...

- Vamos a dormir.

Le seguí la corriente. Ella fue hacia el baño, y yo me dirigí al dormitorio. Ahora confirmaba que a ella le pasaba algo.

sábado, 23 de julio de 2016

La Extraña #1


Ella era distinta. Era fuego y hielo a la vez. A veces, me derretía con su mirada. Otras, me enviaba al lugar más oscuro que pudiera imaginar. Simplemente creía conocerla, pero varias veces me había pasado que estuviera frente a una persona completamente extraña. 
Una noche que habíamos salido a cenar a un tranquilo restaurante del centro, le propuse caminar un rato. Al comienzo como que no le agradó mucho la idea, pero un poco a regañadientes aceptó. Pero algo parecía incomodarla y hasta asustarla, porque mientras caminábamos y hablábamos, ella no dejaba de mirar hacia los costados y a veces hacia atrás. Cuando llegamos a una esquina, nosotros nos disponíamos a cruzar y se escuchó una frenada aguda, con un chirrido molesto. Era un taxi que venía a gran velocidad y la luz roja lo sorprendió por completo. Ella parecía que se moría del miedo. 
Una vez que volvimos al departamento, mientras me sacaba el saco y me desabotonaba la camisa, me dirigía a la cocina, el teléfono comenzó a sonar. Ella atendió, y a los segundos, su rostro reflejó un pánico atroz, que enseguida me puso alerta.

sábado, 2 de abril de 2016

La Promesa

La fría mañana del 2 de abril de 1982, el pueblo argentino amanecía con un júbilo inesperado. Después de más de ciento treinta años, una pequeña flota de comandos de la Armada Argentina, recuperaba la soberanía de las islas Malvinas. 

La noticia lo cubrió todo, televisión, radio, diarios, etc. Todos se miraban como hermanos, sin diferencia de raza, religión, equipo de fútbol, etc. Plaza de Mayo se vestía de fiesta, la gente se amontonaba, cantaba, gritaba, lloraban de felicidad y lucían como nunca el celeste y blanco de su bandera. Todos festejaban, todos… menos yo. ¿Por qué no festejaba?... ¿no estaba contento acaso? Claro que estaba contento, el pecho se me inflaba para lucir el celeste y blanco de mi escarapela. Pero acababa de leer el telegrama y el ejército había convocado mi clase… así que me tengo que preparar y partir a la guerra. No es nada fácil digerir una noticia así, menos a los diecinueve años, pero es el destino. Aunque lo más duro va a ser contárselo a mi familia.

La cena fue una alegría contagiosa, todos comentaban la hazaña de nuestros soldados en las islas. Obviamente nadie pensaba en las consecuencias que esto podía llegar a causar, pero mi misión en este momento era otra. Así que alcé mi vaso de vidrio y comencé a golpearlo suavemente con la cuchara, para llamar la atención de todos.

- Bueno familia, ya se que estamos de festejo y no quiero arruinarles el momento… yo se que no es nada fácil… pero es mi deber defender la patria… me convocaron para partir  a Malvinas.

Yo creo que si hubiese volado un mosquito a una cuadra de distancia se hubiera escuchado por el silencio que se generó. Todos petrificados, hechos estatuas, mirándome fijamente para ver si les estaba haciendo una broma. Cuando se dieron cuenta de que no, mi papá se levanto de su silla, se dirigió hacia mi y me aplastó con un abrazo, mientras por lo bajo se escuchaba el principio de su llanto. Lo siguió mi mamá y mi hermanito, por suerte el bebé no entendía nada.

- Hijo… no vayas… por favor – mi mamá como siempre intentando protegerme de todo.

- Tengo que ir mamá, ya esta decidido… no me causa ninguna gracia, pero jure lealtad a mi bandera y la tengo que defender.
- No digas locuras, hijo… ¡Ernesto, no te quedes callado!

- Déjalo Clara, Gustavo ya es grande y sabe lo que hace… por más que a mi me duela en el alma, me siento muy orgulloso de mi hijo.

- ¡¡No!!... ¡¡no vayas!!... por favor no vayas.

- Mamá, si no voy, ¿que ejemplo les voy a dar a mis hermanos?, ¿que van a pensar?, que su hermano mayor es un cobarde… que prefirió quedarse en la casa antes de ir  a defender a su patria, ¡no!… voy a ir, ya esta decidido.

- ¡¡Gus!!... ¿en serio vas a la guerra? – mi hermanito se lo tomaba como que iba con unos amigos a jugar a los soldados.

- Si campeón, tengo que ir… ¿Por qué?

- ¿Me prometes algo?

- Si, decime…

- Prométeme, que al menos vas a matar a tres soldados.

Me agache hasta alcanzar su altura y le susurré para que solamente él escuche.

- Te lo prometo.

Finalmente partí. No se si fue algo en especial, pero a último momento decidieron que no íbamos a ir a Malvinas, que nuestro regimiento iba a defender las Islas Georgias. Ya que se preveía que parte de la flota inglesa iba a comenzar su ataque en esas islas. 

Así que comenzamos a preparar las defensas y lo más complicado, que era adaptarse al clima. 

La tensión crecía, se sentía una expectativa que por momentos nos hacía sentir valientes y por momentos nos hacía temblar de miedo. Nadie sabía que pasaba ni lo que iba a pasar. Todos los altos mandos se callaban. No me sacaba de la cabeza a nadie, a mamá, a papá, a mis hermanos, a mis amigos, a mi novia, etc. Los sentía a todos tan cerca, que parecía que estaban al lado mío.

Y así pasaron los días, hasta que el 25 de abril, estábamos en nuestras posiciones cuando se escucha la vos de “ALERTA ROJA”. Todos nos preparamos para lo inevitable… íbamos a entrar en combate. Había llegado la hora de defender nuestra patria y nuestro punto de defensa era clave. Rezamos en silencio, recordábamos a todos nuestros seres queridos. Nuestras piernas temblaban y no era por el frío. Preparamos nuestras armas y aguardamos.

Por fin desembarcaron los comandos ingleses, nuestros corazones se paralizaron ante la inminente batalla, por defender nuestro suelo. El momento tan esperado había llegado, en un instante se tenía que resolver todo. Hasta que nos enteramos que no iba haber pelea

El comandante a cargo de la defensa de las Georgias se rindió sin disparar un solo tiro. Nos mirábamos todos, nadie entendía nada. Los ingleses comenzaron a desarmar a mis compañeros y a tomarlos como prisioneros de guerra. 
-     ¡¡¡NO!!!, maldito genocida cobarde… no me quites el derecho de defender a mi Patria. Juraste lealtad a la Bandera igual que todos nosotros, juraste protegerla hasta la muerte. ¿Con que cara miro a mi familia y les digo  que me rendí sin oponer resistencia?... no lo puedo creer… ¡¡No!!... ¡La Promesa!... tengo que cumplir con mi promesa…

Por reflejo, por impotencia y por bronca a la realidad que estábamos enfrentando,  alcé mi FAL, apunte a tres soldados ingleses que estaban conversando y les envié una pequeña lluvia de plomo en señal de bienvenida. En seguida sus compañeros comenzaron a dispararme a mí brindándome la despedida de este mundo. 
Mi cuerpo frío, cayo bañado en sangre hirviendo de furia… pero de todos modos cumplí con mi juramento a mi Bandera, la defendí hasta perder la vida… pero lo más importante es que cumplí con la promesa que le hice a mi hermanito.


FIN

Este pequeño y humilde escrito esta dedicado a los verdaderos HEROES, que lucharon heroicamente por defender nuestra Bandera en las Islas Malvinas.

sábado, 27 de febrero de 2016

El Ascenso - Capitulo 04 Final

Transcurrieron varias horas, que no se distinguieron si eran segundos o siglos ya que la pareja no tenía noción de tiempo. Los dos solos en la casa que parecía infinita por el espacio vacío que había. Afligidos, fueron los dos al dormitorio de Félix y cuando abrieron la puerta se llevaron una sorpresa única, y la ira les comenzó a fluir como magma por toda la sangre. En la habitación de su hijo se encontraba su “compañera especial”… desparramada por todas partes, resulta que la mejor compañía que tenía Félix… era la cocaína.
Uno de los especialistas que observó la escena de la tragedia le había dicho a la pareja que “… su hijo consumía y, demasiado. Había tenido algún disgusto o algo que lo haya afectado emocionalmente, entonces el joven aspiro tanto hasta llegar a un estado de descontrol y de locura. Comenzó a romper cosas, luego se subió a la ventana de su dormitorio que comunicaba con el patio del frente de la casa… y saltó… la caída fue muy dura y la sangre que perdió fue mucha, así que no pudo aguantar hasta que llegara la ambulancia… y el final todos lo sabemos…”
Ahora la pareja se encontraba en el centro de la pieza, con la mayoría de los objetos y adornos destrozados. Los dos sentían una culpa imperdonable. Primero la madre, que sabía perfectamente que su hijo no asistía a educación física, por comentarios de “el ojo observador”. Ya que lo vio en el pool con sus amigos y con su “compañera especial”… la cual había conocido en el dormitorio de su hijo. Pero ella prefirió callarse y no lo supo rescatar a tiempo, pero cuando hablo ya no podía ayudarlo, pues Félix ya no estaba.
Peor se sentía su padre, que nunca lo escucho. Que cuando pudo evitó charlar con el y aconsejarlo, que cuando se entero de su secreto prefirió alimentar su ego y codicia antes que auxiliar a su propio hijo.

Él, de pie y ella sentada en la cama… sus miradas se encontraron en el silencio, y se dieron cuenta que existía algo en que la pareja coincidía… que ya era tarde para lamentos.