Fabián era un operario de
fábrica, que por varios conflictos familiares con su ex mujer, se había ido a
vivir solo, a un pequeño y simple departamento, en un complejo humilde de unos
ocho departamentos distribuidos en dos pisos.
Tenía constantes presiones de
su ex mujer para que le pase dinero y más dinero, pensando que él pertenecía a
una familia real y no a una fábrica de plásticos. Pero el amor incondicional
que tenía Fabián hacía su hija, lo impulsaba a trabajar largas jornadas de
hasta doce horas por día.
Así que entre el mal humor que
acumulaba por las discusiones telefónicas que tenía con su ex mujer y todas las
horas de trabajo estresante, lo que más añora Fabián es llegar a su casa y
tirarse a dormir, por más que explote la 3° Guerra Mundial, ducharse y dormir
era lo que lo tranquilizaba.
Aunque había tardes, que luego
de una relajante ducha, al acostarse, era testigo auditivo de las peleas
conyugales de los vecinos del departamento de arriba del suyo, y Fabián se
irritaba de tener que oír obligadamente semejantes discusiones.
Se había encontrado un par de
veces con sus vecinos conflictivos y le parecieron por demás irritante. Más el
marido, que ni siquiera era capaz de fingir un saludo, por lo menos, cuando se
cruzaban en la entrada o en el estacionamiento.
Hubo una tarde que Fabián
regresó de su trabajo con los parpados que se le cerraban, y el cuerpo le
pesaba como si estuviera arrastrando un yunque y lo único que quería era
descansar. Se pegó una ducha refrescante y solamente vestido con su bóxer, se
tiró a la cama con la esperanza de dormir.
Cuando se estaba dejando llevar
por la magia de Morfeo, el irritante sonido del celular lo despertó. Tiró
varios manotazos hasta que encontró el celular, y se lamentó haber atendido sin
haberse fijado quien llamaba.
- Mmmmmla… ¿Quién?... mmmsi ¿Qué querés ahora? –
Fabián se despertó del todo cuando escuchó lo que le decía su ex – la plata que
te paso es que a la nena no le falte nada, no es para vos, si querés plata,
trabaja. Y ahora déjame descansar.
Cortó la llamada y se quedó un
instante mirando el techo de su dormitorio, cuando comenzó otra riña conyugal
de sus vecinos y se lamentó por ellos, ya que toda la bronca que tenía
acumulada la pensaba desahogarse con la conflictiva pareja. Mientras se vestía,
escuchó un portazo que venía del departamento de arriba, los insultos del
marido hasta que llegó al auto, lo arranco y se fue. Ahora sí, ya vestido fue y
se paró frente a la puerta del departamento, y sin saber bien porque pero su
corazón le latía con fuerza. Golpeó con sus nudillos en la puerta, y se estaba
preparando para decirle de todo a su vecina, cuando la puerta se abrió, ella
estaba llorando y se tomaba su mejilla, que estaba colorada, sin duda había
recibido un golpe.
- Perdona, pero escuché gritos y vine.
- Aiii gracias, sos un dulce.
Fue lo que dijo ella y para
mayor sorpresa de Fabián, se arrojó a sus brazos llorando. Enseguida se olvidó
del repertorio de insultos que había pensado decirle a su vecina con la
invitación que ella le proporcionó.
- Vení, pasa por favor, no te quedes afuera
¿Querés tomar algo?
-
En realidad quería tomar una siesta, pero en
este momento, un café nos va a venir bien a los dos.
Pasaron los dos, cuando comenzó
a sonar el celular de Fabián, miró de reojo quien llamaba, emitió una leve
sonrisa burlona, apagó el celular y cerró la puerta del departamento de su
vecina.