El bar estaba completamente desierto, hasta que llegaron cuatro personas… tres hombres y una mujer. Los cuatro son escritores y están por hacer una reunión previa antes de presentar su material ante una editorial. Hacen una seña al mozo para que se acerque.
Mientras Silvia deja su abrigo en el respaldo de su silla, Gustavo busca sus copias en la mochila, Carlos las esta sacando de una carpeta y Nicolás ya las tenía en su mano. Cuando los cuatro depositan sus trabajos en la mesa, se arrima el mozo con un anotador y un lápiz.
- ¿Qué se van a servir? – pregunta este cortésmente.
- Traiga una ronda de café, por favor – responde Carlos.
- Muy bien... disculpen el atrevimiento, pero ¿son escritores? – continua la conversación mientras anota el pedido.
- Así es... o al menos lo intentamos – contesta Silvia en forma de chiste, y los demás comienzan a reírse festejando su respuesta.
- Yo siempre soñé publicar un libro, pero no soy muy bueno escribiendo, entre el bar, que ahora esta vacío pero a veces es un mundo de gente, y la familia, que si no es mi esposa son mis hijos, no tengo tiempo suficiente para dedicarle. La verdad que los envidio.
- Podría traer los cafés antes de que nos vayamos por favor – Gustavo siempre en forma cortante.
- En seguida se los traigo - resignado el mozo, da media vuelta y se retira.
Los cuatro escritores comienzan a exponer sus opiniones, y comienzan a organizar lo que sería la tapa, contra tapa, que escribirían en el prologo. Y la discusión comienza cuando entra en conflicto el titulo, cada uno venía con alguno preparado, pero otro argumentaba un mini discurso para que se quiten esa idea de la cabeza. En medio de la discusión aparece el mozo, y en una bandeja de plata traía lo que habían encargado.
- ¿Podrían poner las hojas en una esquina de la mesa?, así puedo poner las cosas – pregunto respetuosamente.
Nicolás en forma callada se encarga de juntar todos los trabajos, y entonces el mozo comienza a descender en la mesa, todo el pedido.
- Les comente que tengo un amigo que trabaja en una editorial, que siempre me insiste que escriba, que él se encargaría de publicarlo… es un muy buen contacto, se que cuando tenga algo lo voy a ver – comento con la intención de continuar la charla.
- No, no lo dijo y nosotros también tenemos contactos en una editorial para poder publicar, si ya termino puede retirarse – Gustavo siempre tan “cortes”.
Una vez terminados los cafés, la discusión se prolongó un rato, hasta que Nicolás comienza a sentirse mareado y preocupa a los demás, lo sigue Gustavo, que siente que se le cierran las vías respiratorias, Silvia es la siguiente, que se desploma en el piso. Del temor, Carlos intenta salir corriendo, pero es demasiado tarde, su café también estaba envenenado. Con su último aliento puede ver al mozo, que se acerca a la mesa, toma los trabajos de los cuatro y se le acerca.
- Gracias, por los escritos... me voy corriendo a ver a mi amigo y poder cumplir mi sueño, y no se preocupen por el titulo que lo voy a pensar camino a la editorial. – se marcho alegremente pronunciando nombres al aire como si estuviera hablando con otra persona.
Mientras Silvia deja su abrigo en el respaldo de su silla, Gustavo busca sus copias en la mochila, Carlos las esta sacando de una carpeta y Nicolás ya las tenía en su mano. Cuando los cuatro depositan sus trabajos en la mesa, se arrima el mozo con un anotador y un lápiz.
- ¿Qué se van a servir? – pregunta este cortésmente.
- Traiga una ronda de café, por favor – responde Carlos.
- Muy bien... disculpen el atrevimiento, pero ¿son escritores? – continua la conversación mientras anota el pedido.
- Así es... o al menos lo intentamos – contesta Silvia en forma de chiste, y los demás comienzan a reírse festejando su respuesta.
- Yo siempre soñé publicar un libro, pero no soy muy bueno escribiendo, entre el bar, que ahora esta vacío pero a veces es un mundo de gente, y la familia, que si no es mi esposa son mis hijos, no tengo tiempo suficiente para dedicarle. La verdad que los envidio.
- Podría traer los cafés antes de que nos vayamos por favor – Gustavo siempre en forma cortante.
- En seguida se los traigo - resignado el mozo, da media vuelta y se retira.
Los cuatro escritores comienzan a exponer sus opiniones, y comienzan a organizar lo que sería la tapa, contra tapa, que escribirían en el prologo. Y la discusión comienza cuando entra en conflicto el titulo, cada uno venía con alguno preparado, pero otro argumentaba un mini discurso para que se quiten esa idea de la cabeza. En medio de la discusión aparece el mozo, y en una bandeja de plata traía lo que habían encargado.
- ¿Podrían poner las hojas en una esquina de la mesa?, así puedo poner las cosas – pregunto respetuosamente.
Nicolás en forma callada se encarga de juntar todos los trabajos, y entonces el mozo comienza a descender en la mesa, todo el pedido.
- Les comente que tengo un amigo que trabaja en una editorial, que siempre me insiste que escriba, que él se encargaría de publicarlo… es un muy buen contacto, se que cuando tenga algo lo voy a ver – comento con la intención de continuar la charla.
- No, no lo dijo y nosotros también tenemos contactos en una editorial para poder publicar, si ya termino puede retirarse – Gustavo siempre tan “cortes”.
Una vez terminados los cafés, la discusión se prolongó un rato, hasta que Nicolás comienza a sentirse mareado y preocupa a los demás, lo sigue Gustavo, que siente que se le cierran las vías respiratorias, Silvia es la siguiente, que se desploma en el piso. Del temor, Carlos intenta salir corriendo, pero es demasiado tarde, su café también estaba envenenado. Con su último aliento puede ver al mozo, que se acerca a la mesa, toma los trabajos de los cuatro y se le acerca.
- Gracias, por los escritos... me voy corriendo a ver a mi amigo y poder cumplir mi sueño, y no se preocupen por el titulo que lo voy a pensar camino a la editorial. – se marcho alegremente pronunciando nombres al aire como si estuviera hablando con otra persona.